Debo admitir que este post no era el planeado para esta semana pero decidí hacerlo por los acontecimientos que han pasado en el transcurso de la misma.
Recuerdo haberme graduado con un grupo de muchachas llenas de pasión, vocación, energía, recursos, diversión, pasadas de creatividad pero sobre todo humanismo. Me pongo feliz al recordarlas, sé que la mayoría de ellas actualmente son excelentes maestras. Pero ¿Qué está pasando con las maestras dentro del sistema educativo? ¿Por qué dejan esas ganas de cambiar el mundo a través de la educación atrás? Quiero pensar que es culpa de los directivos de los colegios porque algunas veces nos exigen que trabajemos de cierta forma que en nada beneficia al niño o que sea culpa de los bajos salarios que nos pagan y nos despertamos sin ganas de echarle ganas. Pero verdaderamente no hay justificación.
Me pongo feliz cuando recuerdo a una de mis compañeras queriendo enseñar el color rojo y se inventó una piscina de gelatina roja donde no solo aprendieron el color rojo, ¡también se lo comieron jajaja! O cuando otra compañera se inventó un circo dentro del salón de clases, si señores, UN CIRCO. ¡Que recuerdos! Pensar en ellas me da esperanza de que no todo esté perdido para los niños.
Entre los acontecimientos de esta semana me paso que escuché a un familiar cercano decir que su maestra mando a un niño a sentarse en el piso porque estaba muy gordo y podía romper la silla. Aun cuando lo escribo se arruga mi corazón. No puedo dejar de pensar en ese niño. La maestra dijo esto delante de todos los demás sin pensar en sus sentimientos y su autoestima. ¿Quién no recuerda a su maestra de infancia? Es que yo pienso que después de mamá y papá es una de las personas más importantes de nuestras vidas. Esas palabras que salen de la boca de un maestro nos marcan para siempre. Yo por lo menos no olvida la lectura de la sopa de piedra que nos leyeron en primaria y de vez en cuando la vuelvo a leer. Me marcó. Los niños de los 0 a los 6 años tienen unas mentes muy poderosas que absorben todo, como esponjas, esto es una ventaja pero también puede ser desventaja. Como adultos, tenemos que cuidar nuestro lenguaje, tono y actitud frente de los niños.
Quiero pensar que allá afuera todavía entre mis compañeras existe la maestra que se enoja porque la mamá envió de lonchera la cajita feliz fría de la noche anterior, o la maestra que cambia su desayuno con el niño porque le metieron un pan, no tostado, sino quemado. Me gusta pensar en la maestra que me cuenta muerta de la risa que la mamá le envía a su niña para la hora del baño, un cepillo para desenredar el cabello, otro para peinar, cepillo de dientes, cremita corporal como si tuviera solo 2 niños que atender. Es su hija, ¡su tesoro más preciado! Y es que la educación no se trata solo del niño, sino también de toda la familia. No hay que olvidarse del trato hacia los papitos, el tacto para decirles las cosas, el respeto hacia sus hijos y hacia ellos.
Recuerdo que comenzando el año escolar hacíamos una actividad de psicomotricidad y una de mis niñas resbaló y se golpeó tan fuerte la carita que se abrió. Luego de ver que la niña estaba bien, mi mayor temor era pensar en sus padres. En menos de un minuto perdí toda la confianza ganada. ¿Qué me echaran del trabajo? era lo de menos. Decepcionar a un papá o a una mamá me hacía sentir fracasada.
No hay casualidades y los acontecimientos de esta semana han coincidido con mi lectura actual. Donde el autor Carlos González cita “Nuestra sociedad no trata a los niños con el mismo respeto que a los adultos. Cuando hablamos de un adulto, las consideraciones éticas son siempre primordiales y tienen prioridad sobre la eficacia o la utilidad.”
Muchas veces las docentes recibimos a niños carentes de afecto maternal. Generalmente si muestra síntomas de violencia, él será nuestro “niño problema”. Obviamente si el niño pide amor materno no hay manera que se lo brindemos. De esto no hay un sustituto. Somos docentes más no madres sustitutas, está claro. Pero siempre será mejor una maestra afectiva, cercana, sensible y no represiva y etiquetadora. Por ejemplo: mi hija Galilea es una niña muy activa, hemos visto que su actividad favorita es el baile. Tiene una energía inagotable, quedarse quieta en una silla todo el día no va con ella. Mi hija disfruta del aire libre, los parques, las plantas, el viento. Cuando su maestra la sienta a realizar 3 actividades de trazo durante todo el día en el colegio Galilea se aburre terriblemente y prefiere jugar con los lápices o hablar con el amiguito. Mi hija esta ABURRIDA pero es más fácil para su maestra decir “Es muy distraída”. En fin, esto para mí no ha sido una preocupación porque soy maestra y conozco cual es el nivel de atención por edades, pero imagínense un papá o una mamá que no tengan idea de esto, que confíe plenamente en esa maestra, que se supone esta allí para enseñar a sus hijos. Esto sería una preocupación grandísima, un niño distraído, allí comienzan las visitas al psicopedagogo y a razón de esto encontramos actualmente tanto niños medicados sin razón.
Lo cierto es que el maestro actual debe sentirse comprometido con la sociedad, comprometidos con un modelo educacional donde el niño deba aprender a pensar, descubrir, preguntar, buscar y etc. No sentar a sus alumnos cinco horas llenando libros. María Montessori decía que: "El maestro no impone nada, se limita a guiar y a proveer y vigilar"{...}"la maestra no es el centro de atención de la clase, es el anillo de conjunción, entre el niño y el ambiente".